Juega el tiempo
en su dimensión
de espacios copulantes,
dándole forma a la vida
en la grieta de los rostros
en su equivalencia
de velocidad,
masa corporal y sentimientos.
Es nuestra carta
aprisionada en aforismos
en lápidas de acero,
en ruidos descendentes
y en vacíos encontrados.
No descubren el misterio de la vida,
porque odian a Dios,
aferrándose a sus ínfimos instintos.
De pronto...
nuevos rostros se dibujan
en el agujero negro del origen,
y el Ojo de Dios
es una fórmula cuántica
que nos acerca y nos distancia
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