A veces el llanto
cubre de hojarasca la tristeza
redime el dolor de los ausentes
y puebla de canciones
mis comarcas.
Soy del triste camino
el juglar
el combatiente
la pétrea sombra
de lo ancestral
la metálica vestimenta
de los curacas redimidos.
Miro la espaciosa cortina
de los acantilados
y sospecho
que los encadenados al sol
son los mismos prisioneros
incrustados en las rocas
muertos
del espanto de los dioses
mutilados
entre vasijas y tambores.
Son los guerreros del ande
los que domaron la piedra
con el agua
alegres surcadores
orfebres del volcán y la tormenta:
ellos son nuestra cultura
ataviados de fuego
de lluvia y de arena
conquistaron mi desierto
deletreando la mañana.
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