Se ha roturado el gran patio,
y de los viejos campanarios
atisban presurosos
los veteranos de la nada.
Son los mismos,
los viejos fantasmas
de melenas impuras,
los barbudos del fraude dialéctico;
los de la liberación consumada
en cantaros de vino
y en páginas borrosas.
No se espanten
de sus discursos guturales,
de sus ademanes inciertos,
de tantas titilantes
canciones efímeras;
ellos son
los que prometieron
el paraíso socialista
y hoy sucumben
bebiendo el vómito de los burgueses.
Ellos son: disfrazados de cambio
pero siempre son lo mismo,
veteranos de la nada;
ocultos en mantas ataviadas de lujuria,
ebrios penitentes
de auroras mutiladas.
Quiero por eso
espantar la noche,
beber de nuevas fuentes;
romper la inercia
de las frases olvidadas
y pintar el viento
atormentando la mañana.
Ser de los árboles
las hojas confundidas
en mil pájaros,
la nieve oculta
en el marasmo de lo nuevo;
el tic tac musical
de los relojes confundidos,
el surco abierto
en los nuevos horizontes.
Quiero ser
algo distinto:
amante redimido
de la libertad perpetua,
vela de mi barco
y viento de los mares;
solitario combatiente
entre flores y marañas,
escudo de mi sombra perseguida
y lluvia tormentosa en la llanura.
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