No es el mar ni su sombra,
es el sombrero,
el arrécife incrustado
en su rostro perseguido.
Es la letra oculta
en el abecedario
rebelde del desierto,
ahí donde se incrustó
tu espina doliente con mis manos,
ahí donde amamos
la hojarasca loca de los algarrobos,
ahí donde despeiné tu virginidad
alocando la mañana,
entre el umbral y la peña
de ese río entre tus piernas.
Ahí nos amamos a gritos
y a los placeres ocultos,
entre candiles de arrebatos de sol
y de estrellas siniestradas:
Eramos los brazos
que apañaron el algodón virginal
de mis comarcas
tan distantes y ocultos.
Sonriendo entre cobachas
de juncos y zahumerios.
en su rostro perseguido.
Es la letra oculta
en el abecedario
rebelde del desierto,
ahí donde se incrustó
tu espina doliente con mis manos,
ahí donde amamos
la hojarasca loca de los algarrobos,
ahí donde despeiné tu virginidad
alocando la mañana,
entre el umbral y la peña
de ese río entre tus piernas.
Ahí nos amamos a gritos
y a los placeres ocultos,
entre candiles de arrebatos de sol
y de estrellas siniestradas:
Eramos los brazos
que apañaron el algodón virginal
de mis comarcas
tan distantes y ocultos.
Sonriendo entre cobachas
de juncos y zahumerios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario