En el instante
seguido de su sombra
se advierte
distante y cercano
distante y cercano
el gemido oculto de la muerte.
Es tan vasto
el horizonte de los cuerpos,
el horizonte de los cuerpos,
la sequedad
profana en su garganta,
profana en su garganta,
el ruido tormentoso de las voces.
Allí estamos
los condenados
a vivir de amor
los condenados
a vivir de amor
en las laderas
y en las lápidas,
y en las lápidas,
escribiendo canciones:
entre balas y huracanes,
entre balas y huracanes,
entre flechas y palomas,
entre grietas y peñascos,
entre cuchillos y zahumerios,
entre cartas y aullidos.
No es por eso
que se oculta
nuestra sombra,
que se oculta
nuestra sombra,
es por todas las mañanas
que se canta,
que se canta,
entre ojos
espantados por la furia,
y la tierna sonrisa del anciano.
espantados por la furia,
y la tierna sonrisa del anciano.
Allí estamos,
los no contaminados
por el odio,
los no contaminados
por el odio,
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