Cantamos abrazados al silencio,
mirando en el dolor los cautiverios;
desafiando al rufián que nos delata
entregando nuestras pieles al verdugo.
Delira en su fortín
de mediocridades,
sintiéndose grande
entre vilezas y traiciones.
Y nos burlamos de su alarde,
de su pose maquiavélica,
de gusano encapsulado
en su vitrina de comediante dromedario.
Y nos reíamos
de su maniaca actitud:
de persecutor maniqueísta
entregado a su pasión
de cortesano adulón,
servil vociferante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario