No son las cartas,
son los presagios
desentrañando el manuscrito en la memoria,
la letra aferrada a los fonemas,
el devenir en líneas abordadas por las tildes.
Qué de los espacios,
entre la palabra,
la emoción y los silencios.
Qué de los libros,
aferrados a su tiempo,
abrigados en memorias de madera,
abrazados a compilaciones
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