Los tiempos son profanos
en la dimensión sonora del espacio,
son la afirmación del credo ideológico
que constela pasiones,
rumbos,
distancias y sombras,
que en la muchedumbre se contraen
en un grito sin retorno.
La forma de ver y de entender las pasiones
es distinta en el equilátero
en la zoo forma que reivindica el átomo
y nos transfiere en latitudes inversas.
A veces,
en los cuadrantes,
en las líneas sucesivas del silencio,
se torna indivisible el amor
en las penumbras.
Todo es distinto en el razonamiento:
en las equivalencias rotas,
en la procreación pre concebida;
en la probeta inerte,
sin pasión ni alumbramiento.
Lo medible entonces,
es una curvatura helicoidal,
que distrae los sentidos
amarrando el tiempo.
Y nos veremos tarde
en los sepulcros,
anclando el verso para
reírnos sentenciando:
"Aquí yace la nada
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