En los ojos de mi mundo
está tu sombra prendida de los muros,
el viento asolando tus cabellos,
la hojarasca acariciando tus mejillas;
en mi mundo ruedan carrozas de mimbre,
bellas criaturas asombradas de tus ojos,
aves nocturnas abrumadas de penumbras.
Los viejos muros
en donde pende tu sonrisa,
son islotes que asombran horizontes;
formas amalgamadas
que el sueño describe
enarbolando la angustia de no tenerte.
El tiempo, ese viejo viajero
de corbata enmarañada,
de semblante adusto
y de sonrisa larga:
sigue abrigando soledades
entre cartas desoladas
de escrituras.
Hoy, la calle tiene lenguas
amarradas de noticias,
de muertos abrigados
en átomos de vida;
de canes aullando obscenidades.
En el preludio,
la vida es una estación del tren,
con el boleto vencido a deshora.
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