A caminar
por la ciudad fantasma,
por las rutas inútiles
del espanto continuo.
A caminar
en el silencio de los ojos contritos,
sintiendo cómo vuelan
las gaviotas nocturnas.
Y a pesar de las distancias,
llorar en las farolas grotescas
de los parques azules.
A caminar
con la ruta encurbada,
tejiendo aromas
en los ataúdes sin rostro,
en las cortinas de sangre.
A caminar
nuevamente entre espinas y cartas,
en los besos azufrados de la luna,
en los senos marchitos de mi eterna bailarina.
A caminar
descalzo,
descalzo,
desnudo en la arena,
deletreando tu nombre
y olvidando tu rostro.
A caminar, a caminar, a caminar muriendo, soñando.
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