Me resisto a mirar la vida de la forma como se pinta en la vitrina,
me resisto a reír, fingiendo la alegría de mis huesos ya cansados por el tiempo.
Me resisto a burlarme de la calle bifurcada en escombros y cenizas,
me resisto a doblegarme en la angustia de no verte entre mis brazos:
desnuda y ebria de mis besos, procreando una sonrisa.
Me resisto a cabalgar en los potros nocturnos de la muerte,
a su mirada profana y angustiante,
a la risa de los buitres que esperan mi reposo.
Me resisto al funeral de las alondras, a las cartas marcadas por el llanto,
a los grises tornasoles del suplicio en el que yace agonizante la alegría.
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