En el péndulo
que gravita en mis ausencias
en el aro peninsular
de tus entrañas
entre bosques arrasados
y honores de batallas
cerca del centro
en la gravedad ondular
de los vientos desatados.
En las furias de los juegos
opresores del espanto.
No hay tsunami
que me llame a lágrima disidente
por tu temple de grandeza
de guerrero y visionario.
Es por ti hermano,
que he llorado,
para que el dolor
nunca lapide tu alegría.
En los vientos
agujereados de la lluvia
entre cerezos y nieves derretidas
entre misterios
de sonidos luminarios
entre olas
desbocadas por la hoguera:
allí estaré hermano samurái
combatiendo a los oscuros,
a los dioses de la muerte que se ufanan de su suerte.
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