Los Dioses de la muerte
acordaron matar civilizadamente,
de manera virtual,
con hologramas especiales,
satélites invisibles,
satélites invisibles,
aviones ultrasonido,
láseres especiales,
y de ser preciso,
con humanoides inteligentes,
para que no los afecte la nube radiactiva.
Los Dioses de la muerte
tienen sentimientos encontrados:
se preguntan
sí es necesario matar a todos,
ó de ser preciso,
a quién conservar,
para que se reproduzca nuevamente
la masa de esclavos;
para las nuevas factorías,
para los nuevos complejos
industriales y tecnológicos:
necesarios para el nuevo sistema.
Los Dioses de la muerte
también aman,
tienen sentimientos tiernos,
han llorado,
el gas radiactivo
mató también a sus mascotas.
Sus lágrimas
tienen el espesor del petróleo,
que generó la gran hecatombe;
que devastó a los esclavos del siglo XXI.
Los Dioses de la muerte
tienen sentimientos:
conservan en un sarcófago de oro,
la momia del Sumo Pontífice del Vaticano,
que también murió en la gran hecatombe,
y que se mordió la lengua
a la hora de la gran explosión,
y yo lo vi
por que estaba sentado
a la izquierda del Dios Padre.
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