Los espacios se asemejan
en su encuentro vertical,
anómalo,
equidistante y lúdico;
es una fuerza equivalente,
sensorial,
diseccionada en su raíz
de tiempo y de esperanza:
es -aunque efímera- una lágrima
en la esfera inicial de los encantos.
La hora imprecisa
en su rutina de paréntesis,
de evocaciones,
de péndulos dispersos,
de lámparas fugases.
Estamos ubicados
en el tiempo rutinario,
en la pauta de los ayes,
en los gritos sepulcrales.
Y así,
desubicados, imprecisos
y en vorágines,
los días trascurren
en su cántaro sonoro.
Fotomontajes:
Thomas Devaux
Francia
1980
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