No hay mar que sepulte la esperanza
solo el silencio y su trenza de cautivo
el nombre aquel compilado en la ternura
capturando tempestades.
Y retornamos al equilibrio de las sombras
blasfemando
escribiendo en el desenfreno
en el llanto heredado en las penumbras.
Vociferantes están las calles
por el paso presuroso de las gentes
y en cada rostro
una multitud irredenta se pregunta:
¿cuántos años más el peregrinaje eterno?
Hoy
no hay punto de retorno
caminemos nuevamente
buscando nuevos tiempos
pronunciando alegorías
apretando las distancias.
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