Las calles aperturan
en el silencio de sus luces,
espejos encriptados,
baldosas con rostros denigrantes,
caballos desbocados,
arenas que en el artificio de los pájaros,
son alfombras de racimos
de flores espantosas.
Y la belleza de los árboles
se corona de espinas
que torturan el paisaje.
Hoy, he mirado en los recintos
el hambre galopando
en los balcones,
la rabia incinerada en los armarios,
la moral subastada,
ponderada en los metales.
Y así, simulando llantos
los humanos involucionan,
se reproducen y mueren
aferrados a su origen.
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