Nos silencia el dolor
atormentando las miradas,
es un sueño que nos vierte
en líquidos sanguíneos.
En las referencias de la muerte,
está escrita en la oquedad de su calvario
la sonrisa rutinaria de los condenados,
el crepitar de los huesos arrancados de su espacio.
Y, a veces,
cuesta vivir
en veranos descifrados,
en amaneceres oscuros
o en fangosas tardes.
No lo dice el reclamo de nuestras sombras,
la risa fría de un hambriento satisfecho,
colmado de su estancia,
delirando entre despojos.
Es así el silencio
golpeando la mirada,
despojando de su brillo la lágrima oculta,
la piel cosida en su propio olvido.
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