Enterado estoy de mi sombra sonámbula
de los ojos distantes
de aquella luz itinerante que interroga al silencio.
A veces
me niego a creer que estoy vivo en tu rostro
en tus labios de amante presurosa
de espejo roto en el orgasmo.
Te encuentro desnuda en la baldosa gris de tus encantos
y te amo en cada arena que el viento esgrime en tu regazo.
Soy el presagio de tu desnudez
el abanico azul de tus cabellos alborotados y castaños
de tu piel con dentelladas de fuego.
Es la razón de tu existencia:
amar en el silencio de los sofás vencidos por el tiempo
en los rincones grises de las noches otoñales
y dar de beber de tus lustrosos senos
a los noctámbulos beodos de la urbe escindida.
A veces cuento tu historia
y se ríen los perros hambrientos de las quintas
los sabios mendigos de la cripta
los pelícanos hambrientos de La Punta.
En aquel lugar
se sueña a mares en la profundidad del deseo
y el frío te consume en un beso de lujuria.
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