jueves, 2 de abril de 2015

PÁRAMO SIN TIEMPO






Estoy mirándome a lo lejos en un páramo sin tiempo,
rodeado de sufrientes sombras,
de lienzos amarrados a raíces profundas y sin forma:

En cada cuerpo que diviso, 
las flores que los cubren, 
no tienen aromas ni pistilos: 
Son una grieta
en la oquedad del cielo,
en donde se alinean tumbas sin nombre, 
ni ofrenda.

Puedo observar, 
a pesar de las distancias, 
que mis ojos tienen fuego y una lágrima fortuita.

Estoy mirándome entre hornacinas que exhiben cántaros enormes,
orejeras de cobre bañadas de azufre, 
y me respondo:
no es un sueño, 
es el miedo de ser lo que habituaba,
un ausente obligado en los banquetes del hambre.

Estoy mirándome a escondidas,
en los cerrojos abiertos de los presidios sin nombre,
en los espacios voraces del tiempo y del silencio. 

Estoy presente
en el costado de los indecisos, 
de quienes reman en sentido contrario
buscando precipicios y estrellas marinas.

No me arrepiento de ser lo que sueño, 
espantado de mi sombra,
cazando mariposas azules, 
devorando alondras como un ermitaño
en la soledad de su propio cautiverio.

Me despierto y me sigo negando de ser:
un labrador tenaz,
hilvanando de esperanza el amanecer de su propio albedrío.

Sucede entonces,
que estoy muerto y continuo mirándome a escondidas
en el bronceado horizonte de los espejos ovalados.

Estoy mirándome en su curvatura,
en las diminutas formas de los polvos orbitales,
que inundan de luz los huecos negros de la historia.

Estoy mirándome y me aterra comprender:
que la energía de los cuerpos apilados,
es una pirámide expandida, 
en el letargo de mis sueños sin sentido.




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