En cada rosa se oculta tu sonrisa,
tan grata como la luz en mis senderos;
eres por tanto
la vida esculpida en mis hazañas,
la mies sembrada en mis latidos,
la fe que forjé en mis caminos,
la única razón que esgrime mi existencia.
Las veces que te vi llorar
me golpearon como fuego en mis entrañas;
me hice guerrero en la jornada
inspirado en tu sombra sublevada
y en tu nombre de espartana floreciente.
Hoy, la vida es diferente,
y sigues cultivando nuestros sueños,
tejiendo de bondades nuestros días,
acariciando de sonrisas la tristeza.
Y me dan ganas de abrazarte,
de caminar contigo nuevas rutas,
nuevos tiempos
y celebrar felices un amanecer eterno;
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