Entiendo
que las siniestras sombras
me persiguen
sin comprender
que estoy ausente
en mi existencia
que soy profano
en latitudes
en donde
el mar es un desierto
y los árboles
son buitres azolando la carroña.
Me despierto
sobre un basural
de frases inútiles
de plegarias hipócritas
de ruegos procaces
de mentiras divinas.
Sin entender
exploro entre lápidas
y descubro
que los rostros de los muertos
son de piedra y de cemento.
Son las voces
que reclaman
el espacio de los tiempos
la fe crucificada
entre proclamas olvidadas.
Y todo se esfuma
en un despertar de llanto
para seguir mirando
el triste devenir de los cautivos.
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