jueves, 22 de abril de 2010

Canción eterna



Es en este instante,
que se nutre mi piel de tus deseos,
que se cruza el camino
en el peregrinaje eterno de mis sueños.

Es tal vez,
la pétrea sequedad de tus ojos
incrustados como mármoles
esculpidos en los espejos de tus pasiones.

Serán las grietas profundas de los atavíos
en el armazón fecundo de la nada,
es como no decirlo:
el azul
de la pintura inútil
de los rostros
de la fe que corta la palabra de los inocentes,
en el lazo mutilante
de los gritos desgarrados.

Cómo golpea el tañido del campanario
en la esencia misma de la carne?

Es el tiempo irrumpiendo en las pupilas
desgarradas de los torturados,
de los perseguidos por amar
EL VUELO DE LOS PAJAROS
y la vida escondida
en los océanos profundos del dolor humano.

Somos pues,
aire y fuego
en la elemental existencia de los cuerpos,
más acá del presagio,
de la lápida,
del santuario y de la guitarra.

Somos esa canción
desafiando los sonidos
las formas de tejer los espacios
entre viento y gravitación,
entre fuego y esperanza.

Es el madero
de los botes
que surcan el mar del holocausto de los peces,
huyendo
de los depredadores eternos,
dejando de ser aire y fuego
para convertirnos en sal perpetua
en abrigos
doblados al sol
distantes de los sueños y de las nieves eternas.

Allí donde duerme la esperanza
de los niños nuevos no nacidos:
es este el espejo de nuestra vida cotidiana
y por ello te canto esta canción eterna.