lunes, 24 de agosto de 2015

Incoherencias del ruido




No intentes presagiar el tiempo 
escondiendo la tristeza,
sería inútil cultivar el aroma de los nogales, 
simplemente añorando un manuscrito de despedida 
en cartas garabateadas; 
conteniendo escenas de músicos deformes, 
llantos reprimidos, 
mirando fijamente una pintura de formas extrañas.

Sería inútil verter una lágrima 
en el silencio cómplice de los grises balcones 
de la estancia urbana.
Sin comentar los diarios
 en su rostro de noticias macabras,
de cuerpos sanguinolentos
 ofendiendo la rutina de mis ojos profanos.

De los ruidos molestos 
de los conventos satánicos;
en la corta distancia de los sueños,
está el frío delator de los desnudos;
 la soledad portentosa de la agonía.

Y se leen proclamas de anuncios imposibles,
de quimeras ocultas en frases apretadas al vacío
en partituras de odas grotescas y fúnebres.

Es el ruido de la muerte 
royendo el cráneo de los transeúntes,
el vidrio de los gigantes que se apoderan del paisaje.



viernes, 21 de agosto de 2015

En el misterio de la noche








Me oculto en tu sombra 
y no presagias el aroma distante de los guayabales;
solo el escondrijo de los rituales amorosos de la lluvia,
la blanca desnudez de tus dientes mordiéndome con furia.

Son los rostros del tiempo,
la conversa fe de los rituales ancestrales,
alentados por el fervor oculto de los cactus;
por los escabrosos caminos del misterio y la sonaja.

No sientes el graznido de los cuervos,
el aleteo fragoso de los búhos;
la curva sitiada 
de la cañadas quebrando el paisaje
en tu mirada.

No retienes el vaho incesante de los gemidos,
la música  doliente de los vientos:
abrazando con lujuria el busto de la cordillera.

Me sigo ocultando en tu vientre,
dormitando en el placer de la vorágine;
en el río caudaloso del deseo profano de la muerte.






  

Fotografía artística






















domingo, 9 de agosto de 2015

Mirada de Mar






A propósito del mar,
te imaginaba noctambula en la arenas fangosas de mi tiempo;
en la rutina inversa de los sueños,
en su espacio azul de terciopelo.

Me resisto a creer que los escondrijos de las rocas,
me siguen negando tus labios;
tu vientre frondoso, 
tenso cuando mis manos tiemblan. 
Cuentan las gaviotas, que tu rostro alumbraba la ruta de los peces;
los delfines lloraron en el espejo de tu muerte. 

El lugar luce desierto de algas y de sombras,
es un espectro del tiempo;
un espejismo infernal del recuerdo triste;
una ruta misteriosa, 
en donde el amor es un pelícano agónico:
el viento que dejó de ser marea y se convirtió en silbido tenue.

A pesar del calor que abraza al recuerdo,
el cielo tiene tu rostro, quema mis labios;
dibuja caracolas en los pocos arbustos que esconden tus huellas.
Las nubes asemejan fumarolas de viejas chimeneas.

Describo tu rostro en cada sorbo de café,
en el aroma denso de la flores que adornaron el féretro;
y te imagino seduciéndome  en las fogatas nocturnas de tu mar eterno.





jueves, 6 de agosto de 2015

Delirius




A veces, despierto en la soledad de un perro vagabundo;
en el fango farragoso de la histeria colectiva;
en el viento imaginario galopando un caballo desbocado.

La vida es un paréntesis de furia,
un ángulo imperfecto de analogías y sofismas;
la letra inventada de un canto lastimero,
o imágenes dispersas de una escena en la comedia.

Me la imagino en la grácil figura de un violín en sinfonía,
en su curva de mujer poseída por el ritmo,
en su cuerda primorosa que da forma a los acordes,
en la firmeza del madero del que salen melodías.

No hay color en las sombras de tu gracia,
en la piel que me toca y me quema en el orgasmo;
en la jauría interior del espasmo de mis ansias;
en la ruta voluptuosa de mis genes abrumados;
en toda la vertiente del flujo descendente de mi esperma. 

Despierto y mi cuerpo convulsiona,
se contrae como serpiente y aflora en mí lo indescifrable:
soy un simple hombre anidado en tu mirada.



Imágenes de Dimitri Vorsin

sábado, 1 de agosto de 2015

Los hijos de la violencia




No somos la muchedumbre cautiva 
en el discurso de las balas,
ni el silencio oculto y efímero 
en las lágrimas de los torturados;
somos la espera del sueño venidero,
la fragancia del amor;
hombre y mujer: 
uncidos de vida
 para seguir cantando.

Somos el canto aprendido 
en el amanecer oscuro de la muerte,
la aurora lapidada entre aromas de amapolas;
también los que vendrán caminando sobre el fuego.

Somos los hijos inventados en la guerra,
de rostros etéreos y de sonrisa diáfana;
caminantes presurosos de la lluvia,  
enamorados eternos del sol y las estrellas.

A pesar de todas nuestras muertes,
seguimos macizos como rocas,
estruendo continuo de los ríos sagrados.

Somos, y eso lo sabe el tiempo venidero,
el grito esplendoroso de los vientos nuevos,
el trajinar melodioso del vuelo de los cóndores.

¡Somos y seguiremos siendo: 
el grito de batalla de los nuevos tiempos!



Imágenes de Dmtry Vorsin