domingo, 6 de septiembre de 2015

En la dimensión del hombre






A pesar de la distancia, 
los caminos siguen siendo un ritual de aposentos continuos,
de fragancias rotas en su devenir, 
en los rostros que acompañan la ruta de los descalzos;
mientras el sol duerme en los atajos del hambre, 
en los rincones ocultos de los peñascos, 
en los rostros apesadumbrados y tristes de los canes.

Camina el hombre en su derrotero sombrío,
en la linea transigente del propio oprobio,
deslucido en los umbrales de la sepultura umbría;
camina eterno y sin luz, solo en la soledad del desvarío. 

Las huellas recrean el tiempo,
son el testimonio de la esperanza rota, 
la partitura inútil de una sinfonía sin retorno;
queda la celebración,
el decoro de los coros anunciando paradojas,
nuevas rutas apuntaladas en el vacío de los tiempos.

En otras dimensiones 
el hombre era un tierno insecto coleccionable,
de alas rastreras y de abdomen protuberante;
no era una abeja reina
simplemente se comía la miel ajena,
y escribía inmundicias en los periódicos de sus semejantes.

El camino sigue siendo el mismo,
lo transita sin pausa, 
con el miedo de siempre:
apretando el dolor de su propia muerte.






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