miércoles, 6 de enero de 2010

Del amor al espanto






No es la cortina finita
en el umbral perseguido

de los dolientes humanos,
es la cascara oculta

de los odios olvidados,
la ceniza 
fúnebre
en el envoltorio eterno de los sueños.

Eras tú
en el misterio oculto

de los olvidados,
una copa de vino agrio y eterno,
copioso,
pálido- azul

en el paladar del mutilado.

Eramos cosas distintas:
un látigo incrustado,
una campana inútil

rompiendo el sonido estéril
de las palabras.

Eramos el espejo

de los penitentes,
el faro oculto de los náufragos,
la vela inerte de los invidentes,
la canción efímera

de los condenados a morir de amor.

Tú y yó

como en una barca sin timón
con el rumbo

suspendido en el espanto,
bebiendo 
yo
 de tu leche maternal,
escudado del sol

que quema mis entrañas.

Allí estaremos

como en un presagio,
eternos y soberbios,

muertos de amar
en el mar de los deseos.









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