miércoles, 13 de enero de 2010

Desde el peñasco



No es el mar ni su sombra,
es el sombrero,
el arrécife incrustado
en su rostro perseguido.

Es la letra oculta

en el abecedario
rebelde del desierto,
ahí donde se incrustó

tu espina doliente con mis manos,
ahí donde amamos

la hojarasca loca de los algarrobos,
ahí donde despeiné tu virginidad

alocando la mañana,
entre el umbral y la peña

de ese río entre tus piernas.

Ahí nos amamos a gritos

y a los placeres ocultos,
entre candiles de arrebatos de sol

y de  estrellas siniestradas:

Eramos los brazos

que apañaron el algodón virginal
de mis comarcas
tan distantes y ocultos.

Sonriendo entre cobachas

de juncos y zahumerios.




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