Los seres que habitan nuestras sombras
a veces golpean
con fuerza sus barrotes
y se incrustan en tu piel
desgarrando su brillo
agrietando
la espesura de sus bosques.
Son seres diminutos y mordaces
que habitan en la sombra furtiva
en el ancla que se agarra de la niebla
y en el átomo azul de tu mirada.
No los busques
en la silueta de los árboles
tampoco en el sonido vasto de las aguas
o en el peldaño oculto de los huesos.
Y no es casual
que se coman mis poemas
que se disputen las letras de mi canto
que contaminen el confín de los espacios
en la diminitud del enjambre de la nada.
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