domingo, 5 de diciembre de 2010

Recordando al combatiente



He recorrido
la alfombra desolada del camino.
Y procuro ser
el mismo que agitaba banderas,
que gritaba proclamas
y que escribía versos en la arena.

Hoy siento las cosas
en un laberinto de sueños inventados,
de ventanas cerradas por el llanto,
de miradas perdidas en soledades de espanto.

Me encuentro
profanando lápidas perdidas en la niebla, 
barrotes que esconden a los olvidados,
a los desaparecidos
en las baldosas de los cementerios clandestinos.

Me angustia
la ausencia de mis hermanos,
los labriegos del sol y la comarca:
los alegres huerequeques
que incendiaron las praderas,
hoy escritos en la memoria de los condenados.

Estoy alegre de verlos sonrientes
en sus sepulcros de aromas y guitarras,
de flores y fusiles,
de cartas y semillas,
de vientos y canciones.

Que no les llore la tierra,
que los bese el agua y la tormenta,
que sigan  feroces como el rayo
sublevando las montañas.

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