viernes, 21 de agosto de 2015

En el misterio de la noche








Me oculto en tu sombra 
y no presagias el aroma distante de los guayabales;
solo el escondrijo de los rituales amorosos de la lluvia,
la blanca desnudez de tus dientes mordiéndome con furia.

Son los rostros del tiempo,
la conversa fe de los rituales ancestrales,
alentados por el fervor oculto de los cactus;
por los escabrosos caminos del misterio y la sonaja.

No sientes el graznido de los cuervos,
el aleteo fragoso de los búhos;
la curva sitiada 
de la cañadas quebrando el paisaje
en tu mirada.

No retienes el vaho incesante de los gemidos,
la música  doliente de los vientos:
abrazando con lujuria el busto de la cordillera.

Me sigo ocultando en tu vientre,
dormitando en el placer de la vorágine;
en el río caudaloso del deseo profano de la muerte.






  

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