sábado, 4 de abril de 2015

NOSTALGIA EN EL TABANCO: MI PRIMERA ESTANCIA




El sol quema el horizonte,
los páramos lloran,
los árboles tejen su identidad de espera,
las iguanas broncean sus escamas 
cazando huerequeques en las dunas.




Es el valle que sucumbió al desierto,

es la risa que gorjean los chilalos, 

los choquecos y las soñas: 

pájaros rebeldes que subvierten el orden de sus nidos.


A pesar del viento 
y su sonaja
de arena,
arden los árboles,
se descifra el color de los llanos, 
fiesta de sed en los cántaros sagrados.

En esta estancia,
el gallo canta espantado por las brumas:
en el ciclo vital que anunció Naylamp
celebrando la boda de los astros.

Y las doncellas lloraron
escupiendo el maíz de sus ancestros.

Hoy la risa de los tallanes
es mueca de dolor, 
rabia contenida,
cólera inmensa arañando sus entrañas,
también amor 
mojando de ternura sus angustias.

Y a pesar del silencio escondido en totorales,
la espuma de la chicha 
tiene el aroma de la sangre ofrendada a la tormenta.

Los abuelos cuentan:
del sabor macizo de las pieles estiradas,
del brillo del metal alumbrando la mañana.

No es lluvia lo que hilvana nuestros sueños,
es dolor 
cobijado en el silencio,
camino empedrado que nos lleva hasta el olvido.



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